DISCUSIONES
EN LA PARROQUIA.
Cuando el Padre
Antonio llegó a la parroquia, Dani Megías le estaba esperando.
-Padre...me ha
sucedido algo...algo...me he peleado con Aníbal, ya sabe...el pavo aquel que me
buscaba el otro día...
-¡Al grano!
-...bueno
pues...le he metido el pincho en la barriga y ha palmado...
-¡¡¡Qué!!! ¿Como
has podido? ¿Crees que puedes disponer de la vida de otro ser humano? La vida
la da Diós y la quita Diós, no los hombres...
-¡El pavo me
buscaba...!
-¿Qué coño quiere
decir eso?
-¡¡¡Padre!!!
-¡¡¡Ni Padre, ni
ostias!!! Has matado a un semejante, a alguien que tenía tanto derecho a vivir
como tú ¿Qué te has creido? ¿Para que sirve lo que yo te he enseñado? Para que
mis sacrificios para daros todo lo que os pueda faltar...
-...buscaba a mi
piba...
-¡Pues antes de
matarlo, me lo cuentas!
-¡Ya vale Padre!
¡No me coma el tarro que...!
-¿Qué? ¿Que me vas
a hacer, media mierda?
¡¡¡Padre, no me
caliente...!!!
-Y si te caliento
¿qué? ¿me vas a pegar? ¿me vas a “pinchar la barriga” como a ese chaval?
-¿Quiere
verlo...?-poniendo la mano en el bolsillo para sacar la navaja-
-A ver valiente
–cogiéndolo del cuello y apretando-
Dani no podía
respirar
-¡Padre!
Sus fuertes dedos
apretaron hasta que Dani perdió el conocimiento, sus músculos se relajaron, se
liberó su esfínter vaciando el orín y murió entre sus manos
-¡Hijo! Ego te
absolvo pecatis tuis. Amen.
-Padre Antonio,
¿puedo pasar? –la llamada de Josefa, la señora que le hacía las tareas
domésticas, le devolvió a la realidad-
-Espere Josefa, me
estoy cambiando.
¡Ay este hombre!
Es usted tan presumido que más parece un modelo de esos que un cura...
-Josefa, que irá
usted al infierno –escondiendo el cuerpo de Dani debajo de la cama. Al
anochecer ya pensaría como deshacerse del cuerpo- Ya puede entrar.
-Al infierno no se
va por decir las verdades Padre. Y no es mala cosa que sea usted presumido.
-Bueno, bueno, ya
está bien Josefa.
-En fin, Padre
¿recuerda usted que es martes? Toca cambiar las sábanas.
-Las cambié ayer,
Josefa.
-Se equivoca Padre,
son las de rayas que le puse la semana pasada...además...si siempre se las
cambio yo...
-¡Las cambié ayer
le digo! -perdiendo la paciencia-
-...bueno,
bueno...no las cambio si no quiere..Pero no creo que tenga que hablarme así...
-Disculpe Josefa,
pero es que un feligrés me acaba de contar algo terrible y...
-Nada,
nada...¡Pero si una le hiciera pagar las discusiones con mi marido y mis hijos
–haciendo pucheros-
-Josefa, va...
–abrazándola- no quería molestarla, ya sabe cuanto la aprecio.
-Bueno, asi pues
Padre...¿se las cambio?
-No.
-Usted perdone
–saliendo de la habitación del padre Antonio-
El salió tras ella
y estando ante el altar el Padre Antonio le dijo:
-Josefa, tengo que
ir al colegio, la dejo que trabaje en paz.
-Hasta luego
Padre.
El Padre Antonio
salió de la parroquia y, seguidamente, Josefa volvió a su habitación. Algo la
intrigaba. El Padre Antonio nunca le había hablado así. Algo más que la
confesión de un feligrés le debía preocupar. Pues no había oido confesiones él,
y en un barrio como ese.
Que caray, le iba
a cambiar las sábanas porqué ella sabía mejor que él cuanto tiempo llevaban
puestas.
Se acercó a la
cama, sacó las sábanas usadas, y cuando se acercó para poner las nuevas su pié
notó algo bajo la cama.Miró hacia abajo y vió que era una mano.
Gritó con todas
sus fuerzas presa del terror más absoluto, se dió la vuelta para salir
corriendo y vió enmarcado en la puerta al Padre Antonio.
-¿NO LE HABIA
DICHO, MI BUENA JOSEFA, QUE NO ME CAMBIARA LAS SABANAS?