Buenas tardes. Bienvenidos a mi blog.
Está pensado para publicar aquello que pase por mi mente, bien sea realidad (comentarios sobre noticias de actualidad, historia, etc.) o ficción (relatos, novela, incluso poesía).
También me gustaría que aquellos que lo siguierais expresarais vuestras opiniones.
Ojalá en un futuro no muy lejano, todos (vosotros y yo) estuvieramos satisfechos de leer (los unos) y de publicar (el otro) en este, el que espero, de todo corazón, sea a partir de ahora, un espacio de ocio, reflexión y opinión.
Gracias. a todos.
Un saludo.
Ricard.

viernes, 12 de octubre de 2012

PERDER.



PERDER.


Cuando fue su turno, el contribuyente fue a sentarse ante la mesa del inspector de Hacienda.
-Buenos días.
-Buenos días, tome asiento.
-Pues verá, venía porqué voy a suicidarme.
El inspector quedó boquiabierto. Había escuchado muchas cosas en su vida profesional pero esta era novedosa.
-¿Cómo dice?
-Tiene razón, quizás lo mejor sería que me explicara, pero como hay cola me sabe mal por los que esperan y por eso he ido al grano.
-Mire, esto en una delegación de Hacienda. No creo que sea el lugar más oportuno para tratar estos temas ni yo el tipo de profesional que Vd. necesita ahora mismo.
-No estoy loco señor inspector. Simplemente he tomado una decisión y quiero dejar las cosas resueltas antes de llevarla a cabo.
El inspector vio que, efectivamente, el contribuyente hablaba con calma y claridad. Se le veía persona pulcra en el vestir, educado, incluso considerado (¡con lo que le había dicho y le sabía mal por los que esperaban en la cola!). Comprendió que le hablaba desde la determinación de llevar a cabo una decisión irreversible.
-Cuénteme.
-Como ya le he anunciado, voy a suicidarme. Trabajo en un Banco y ahora, con la crisis económica, y tras la absorción por parte de la empresa de otra Entidad más pequeña, pues les sobran trabajadores. Eso hace que para que las cosas sean menos traumáticas, la empresa esté abierta a negociar bajas incentivadas, es decir, pides cuanto te darían si dejas la empresa y te ofrecen una buena cantidad, sobre todo si llevas muchos años trabajando. Hay compañeros que lo han hecho y van a poner un negocio o a trabajar con alguien conocido, de forma más relajada. En mi caso no tengo nada más. Ni voy a poner un negocio. Simplemente tengo deudas y me tienen ahogado. Con la cantidad que me darían (no lo he preguntado, pero a un compañero que llevaba tanto tiempo como yo le han dado una cantidad muy respetable), yo podría eliminar las deudas.
-Pero Vd. las va pagando poco a poco…
-Si, pero si hago esto, si doy este paso, las elimino de golpe. Yo quería saber (dándole yo el ejemplo de la cantidad que creo recibiría), que tanto por ciento de la misma debo pagar a Hacienda. También si hay que esperar al pago de la renta o se puede liquidar antes, ahora en noviembre, por ejemplo.
-Perdone pero no lo entiendo. Quiere Vd. renunciar a la vida, no a tener un coche nuevo o a unas vacaciones en el extranjero. ¿Cómo puede estar tan tranquilo, calcular con esa frialdad?
-Bueno, tampoco se trata de ir haciendo un drama. Si, ya se que renuncio a la vida. Pero es una decisión tomada desde la reflexión. Un día me senté a analizar mi vida. Verá, soy divorciado. Por cuestiones de la vida, al divorciarme fui a vivir con mi anciana madre. La verdad es que no resulta fácil convivir. Uno ya tiene una edad pero para ella (para todas las madres, entiendo yo) todavía soy su hijo pequeño. No me planteo vivir solo porqué no puedo permitírmelo y ahora se acerca el momento en que ella necesitará ayuda…
-Pues piense en eso. Si se suicida la va a dejar sola, no la podrá cuidar. Además ella se va a hundir.
-Precisamente, una de las cosas buenas de mi decisión es que con todo el dinero que me sobrará, ella podrá hacer que la cuiden. No ir a una residencia donde la tengan aparcada en una silla, si no que vaya alguien a cuidarla a su casa. Así ella no tiene que marcharse de casa y estará bien cuidada.
-¿Y Vd. cree de verdad que ella cambiaría unos años de cuidados de un extraño por un minuto de su vida?
-Claro que no. Pero es lo más racional en este momento.
-Y Vd. tendrá pareja…
-Bueno, no exactamente. Hay una mujer si. A la que quiero. Hasta hace poco pensaba que podíamos tener una relación. No es exactamente la relación que tendría una parejita de adolescentes. A nuestra edad todos tenemos problemas que no nos permiten disponer de nuestro tiempo como quisiéramos. Los padres enfermos, una hija adolescente, problemas en el trabajo…Pero siempre, a pesar de los problemas, uno encuentra aquel momento en que hacer una llamada telefónica, enviar un mensaje, quedar media hora para tomar un café o una hora para cenar, si no se puede hacer más. Pero todo eso que existió, de golpe, ha dejado de existir y no se porqué. Quise hablar con ella, saber que sucedía, pero me dio largas. No da la impresión de que quiera saber nada más de mi.
-Hable con ella. Hablando se entiende la gente.
-Ya lo he intentado. Hasta que lo he dejado de intentar. Supongo que he dejado de creer que algún día hablaremos y doy por comprendido que no quiere saber más de mi.
-Está Vd. en una espiral negativa. La deuda la puede pagar poco a poco. Simplemente no haciendo excesos. Tiene un trabajo, una madre anciana que tendría un disgusto enorme si Vd. se suicidara y también hay una mujer a la que quiere. Hable con ella. Mi experiencia personal es que todo esto acaban siendo malentendidos. Uno no llama y la otra tampoco. Y ambos se enrocan, esperando que sea el otro quien llame. “Yo no la llamo, que llame ella”, “yo no lo llamo, que llame él”. Y así van pasando los días, las semanas, los meses. Y esos días, semanas, meses, ya no vuelven. Espera Vd. a ver que pasa, y lo que pasa es la vida. ¿No tiene Vd. aficiones, ilusiones?
-Las normales, como todo el mundo: el cine, el fútbol, la literatura, viajar, la informática…
-Pues aférrese a ellas.
-Cuestan dinero.
-Algunas, no todas. Y si le pone imaginación puede disfrutar de ellas a un coste muy bajo. Pongamos el ejemplo más caro, viajar. No hace falta que haga Vd. un viaje muy costoso. Puede ir un fin de semana: a un sitio cercano donde pueda ir en coche, a una oferta de las que tanto proliferan ahora…Si no hay dinero para hacer grandes cosas, debe haber imaginación para hacer cosas pequeñas.
-Ya, pero…el tema de la tributación…
-Deje estar eso ahora. Morales –girándose al compañero de la mesa de al lado-. Aprovecho para salir a desayunar ahora con este señor.
Sin esperar respuesta de Morales ni del contribuyente, el inspector se levantó de su silla.
-Vamos, acompáñeme a desayunar.
El contribuyente se levantó y fue tras él.
Entraron en el bar que había al lado de la delegación. Con un sentido del humor muy fino, el propietario había puesto a su establecimiento el nombre de “La Renta”.
-Buenos días Paco –le saludó el inspector-.
-Buenos días inspector. ¿Qué va a ser hoy?
-Yo un mini de tortilla y una caña. Invito yo –le dijo al contribuyente-. ¿Qué le apetece? Le advierto que la tortilla aquí la hacen como si fuera en casa…
-Pues lo mismo que Vd., gracias.
Tomaron asiento en una mesa. Cuando Paco, el propietario, les hubo servido, el inspector tomó la palabra mientras el contribuyente hacía los honores al mini de tortilla.
-Vamos a ver. Me habla Vd. de que le haga un cálculo sobe la cantidad que deberá abonar a Hacienda. Y lo hace habiéndome explicado cuales son sus intenciones. ¿Cree de verdad que puedo hacer ese cálculo y quedarme tan tranquilo sabiendo la decisión que ha tomado? ¿Sabiendo que cuando salga por la puerta de la delegación empezará a hacer las gestiones que van a acabar no solo con su deuda, ni dándole un dinero a su madre para que alguien la cuide en su propia casa, ni esperando esa llamada o haciéndola de una vez por todas? No. Va a acabar con su vida. ¿Tan mal concepto tiene Vd. de los inspectores de Hacienda que cree que podría llevar esa carga?
-No tengo nada contra Vd. Hace su trabajo. Se que es duro lo que le he dicho pero me mueve la intención de dejar las cosas resueltas para que luego mi madre no tenga ningún problema. Me habían dicho que con una cantidad así, posiblemente haya que tributar el 51% y quería estar seguro.
-¿Cómo podría convencerle? Todo eso carece de importancia. No quiere Vd. gastar, solo pagar la deuda que debe ser muy inferior.
-Lo es. Quizás una cuarta parte si no me equivoco en la cantidad que pueden darme.
-Lo importante es la vida. Las personas tomamos decisiones. Algunas de ellas son erróneas. No temo equivocarme si creo que Vd. está arrepentido de algunos de los gastos que ha hecho. No me importa cuales hayan sido. Quizás inversiones equivocadas, por ejemplo. Pero la decisión más errónea de todas es la de rendirse. Dejar de luchar. ¿Quiere pedir la baja incentivada? Hágalo. Pero con algo a lo que aferrarse. Conoce gente y seguro que la gente que le conoce podría darle un trabajo con un sueldo digno. Luego Vd. habla con el Banco, resuelve sus deudas y tiene una buena cantidad en el Banco para respaldarle (y liquida a Hacienda, claro). Ah, y deja de hacer gastos que le vuelvan a poner en una situación así. Y llama a la mujer que quiere y habla con ella. Y quizás se va a vivir de alquiler pero cerca de su madre para poder cuidarla y contribuir a que alguien lo haga cuando Vd. no pueda. Que si son menos horas es menos dinero el que tiene que pagar. Pero viva, hombre de Dios, ¡viva!
-Gracias inspector.
-Yo acostumbro a terminar el desayuno con un café. ¿Quiere Vd. uno?
-Si, gracias. Pero pago yo os cafés, por favor.
-Nada, nada, hoy es Vd. mi invitado. Así acabará con la leyenda urbana que hay contra los inspectores de Hacienda. Que no nos comemos a nadie.
Tras tomar ambos el café y haber abonado la nota el inspector, se dirigieron hacia la puerta de “La Renta”.
-Bueno yo vuelvo a la delegación. Aquí tiene una tarjeta mía. Piense en lo que le he dicho y llámeme.
-Ah, pues aquí tiene Vd. una tarjeta mía. Y gracias por todo señor inspector.
Ya que había pedido ese día de fiesta en el Banco por asuntos propios, el contribuyente llevó el coche a lavar. Posteriormente fue a comprar algunas cosas al súper. Esa tarde se dedicó a pensar. Pero su cerebro no dio la orden a su mano de que hiciera la llamada que le había sugerido el inspector.
De todos modos, no iba a poner un negocio.
De todos modos, no iba buscar otro trabajo.
De todos modos, mañana por la mañana iba a hacer la llamada al departamento de personal.