Buenas tardes. Bienvenidos a mi blog.
Está pensado para publicar aquello que pase por mi mente, bien sea realidad (comentarios sobre noticias de actualidad, historia, etc.) o ficción (relatos, novela, incluso poesía).
También me gustaría que aquellos que lo siguierais expresarais vuestras opiniones.
Ojalá en un futuro no muy lejano, todos (vosotros y yo) estuvieramos satisfechos de leer (los unos) y de publicar (el otro) en este, el que espero, de todo corazón, sea a partir de ahora, un espacio de ocio, reflexión y opinión.
Gracias. a todos.
Un saludo.
Ricard.

lunes, 28 de mayo de 2012



Microcuento: EL HOMBRE DE LA MOCHILA AZUL.

Se acostó temprano. Desde que salió de casa a las siete y media de la mañana hasta que regresó las ocho de la tarde había tenido un día muy ocupado. Solo había parado media hora para desayunar y una hora para el almuerzo. Cenó casi obligándose, sin apetito. Una cena frugal a base de dos piezas de fruta y un trozo de queso.
Se lavó los dientes y se acostó. Apenas eran las nueve y media de la noche. Estaba tan cansado que empezó a dar vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño.
Llevaba una hora intentándolo cuando decidió levantarse y tomar un vaso de leche caliente por ver si así conciliaba el sueño.
Introdujo el vaso en el microondas, cerró la puerta y funcionó sin que él lo hubiera conectado. Pensó que le habría dado al botón sin darse cuenta. Sacó el vaso de leche y la tomó con calma para no quemarse.
Se acostó de nuevo. Intento dormirse. La calidez de la leche le fue sumiendo lentamente en una placentera modorra.
Al rato, distinguió un sonido repetitivo. Un goteo. Intentó ignorarlo pero acabó por desvelarle. Se levantó y fue a la cocina ya que de allí era de donde provenía el ruido. Cerró el grifo (no recordaba haberlo abierto).
Encendió un cigarrillo por ver si le relajaba y acababa cayendo en brazos de Morfeo. Pensó que quizás se debía al cansancio. Volvió a acostarse. Al cabo de media hora consiguió dormirse al fin.
Pero el sueño estuvo lejos de ser reparador. Tuvo una pesadilla en la que llegaba a su trabajo, el Banco, y a la media hora de abrir llegaba un hombre con una mochila azul al hombro. Bigote y barba poblados, gafas gruesas de carey y una sonrisa franca. Se sentaba frente a él interesándose por una tarjeta de crédito. Mientras le explicaba las distintas modalidades y los requisitos necesarios, el cliente respondió que curiosamente tenía la nómina dentro de su mochila. La abrió y sacó una pistola automática con la que le apuntó a la cabeza.
No había nadie más que su compañero. El hombre de la mochila azul conminó al compañero a que vaciara la caja y pusiera el dinero en una bolsa de transporte de efectivo.
Cuando recogió la bolsa le cayeron el bigote y la barba. Se hizo un silencio profundo, helado. El hombre de la mochila azul les miró:
-Lo siento por vosotros, me habéis visto y no pienso ir a la cárcel.
Dicho esto, apretó el gatillo entrando el proyectil por la frente de su compañero. Se giró hacia él:
-Por favor, no…no le he visto…ni le miro…Llevaba barba y bigote y luego ya no me he fijado…
-Lo siento…
Y sonó la pistola….
Y despertó. Estaba sonando el despertador.
Estaba empapado en sudor. Era como si no hubiera dormido. Él ya sabía de estas cosas puesto que su padre, trabajador de banca como él, había fallecido siendo él un adolescente.
Tomó una ducha y se preparó un café. Se vistió y salió a trabajar. A su compañero simplemente le dijo que había pasado una mala noche.
A la media hora de abrir, entró un hombre con una mochila azul al hombro.
Lucía barba y bigote.
Y a él le empezó a caer una gota de sudor de la frente.
Y se acordó de su padre fallecido.
Y de no poder dormir…quizás su padre le había querido decir algo…





1 comentario:

  1. Seguramente recibió un mensaje del mas allá. En ocasiones no hacemos caso a las señales, pero estoy segura de que en esta ocasión el protagonista tomo precauciones. Me alegra que vuelvas a escribir Ricard. Un petonet

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